A todos nos gusta el engaño;
nos gusta encarar a la encrucijada que nos da el poder;
que nos hace pensar que existe la capacidad de decidir el futuro.
El porvenir,
por donde lo mires,
es hermoso.
Duele. Sangra.
A veces no.
Huele a mar. Huele a tierra.
El porvenir,
insisto,
es hermoso por el simple hecho de ser aquello que en el Universo reside.
Sí;
estoy insinuando que todo lo que habita al Universo es hermoso;
y que lo único que realmente habita es el porvenir;
y que habitar al universo no es vivir la vida nada más;
o aparentar que se vive la vida como si fuera más que un lapso de tiempo entre
un corazón y el otro;
entre pum pum y pum pum.
La vida es eso;
sólo eso.
Es como una mujer y sus muchas caras.
Una mujer hermosa que se esconde entre sus labios y sus quéhaceres;
una tal por cual y una reina;
una habitación y una oficina llena de burócratas;
un paisaje sin sentido y un camino abierto.
Sólo eso.
Una vagina habitando al Universo; dejándose habitar entre adjetivos.
Me gusta la vida mujer. Confieso.
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