22.10.14

Un segundo

Un día la vida me prestó un segundo.
Me lo dejó en la mano y no me dijo nada.
Me miró.
Recuerdo su mirada como recuerdo mi primer sueño.

Estaba calientito. El segundo.
Saltaba de un lado a otro como uno de esos frijolitos locos que venden en las ferias.
Se me quería escapar.
Quería vivir.

Quería salir corriendo y experimentar el viento;
sentir al padre sol quemar la lluvia;
sentir las alas de los pájaros migrando con urgencia al primer aviso del frío.
Quería verme a los ojos y entender porqué la vida me escogió a mi para guardarlo.

Me le acerqué despacio.
Puse mis labios entre mis dedos como si le fuera a decir un secreto a alguien del otro lado.
Me atreví a abrir la boca, y antes de que lograra procesar cualquier sonido,
el segundo se me metió corriendo y se resbaló de mi lengua cayendo y cayendo por mi traquea
desaparecido por quién sabe donde; se quedó allí dentro,
viviendo para siempre.

Aquí ando pues,
esperando a que la vida regrese por su segundo prestado,
y sabrá dios con qué cara le voy a decir que me lo he tragado.