10.6.05

Entonces todo mal tiene dos remedios... lo has dicho tú, Dumas.
Y el problema será pues cuando hablemos de los males, cuando no baste con decir que sólo el tiempo y el silencio, que todo eso soluciona. Nada que.
¿Estás seguro? Sí, te escucho. Leer da la respuesta correcta al juicio del mal, has dicho.
Perdona, no te entiendo. Ah, bueno, pero eso quiere decir algo distinto. Mira Alejandro, si tomás el ejemplo de la mesa que desaparece bajo un mantel y te basas entonces en la creencia de las transparencias y los dobleces de las dimensiones ¿cómo? Es decir, ¿Cómo vamos a justificar que el silencio lo remedia, que el silencio puede tomar la forma que el no-oyente escoga para sanar la herida de una pérdida, como la de la mesa por ejemplo, como la del conejo dentro del maldito sobrero. Pues es maldito hombre, qué otro sombrero hace sonreír a tantos infantes, dímelo tú que eres espadachin y que caminas con esos sombreros y esos paraguas. No sé Alejandro, no sé. Tu fuiste el que escribió que Todo mal tiene dos remedios y que esos son el tiempo y el silencio, pero pues de todos modos el tiempo en el tiempo que escribiste eso era distinto al de ahora que lo venimos a reelear y a buscar en él un análisis, no en el tiemo digo, si no en lo escrito. Lo tuyo escrito. Hombre pues claro! ¿Por qué no habría la gente de leer tu obra? ¿Qué dices? Perdón te escucho muy lejos. Sí, aunque tú te desvanezcas vamos a leerte, a analizar por qué se te ocurren los males, y cuáles son esos que sólo con el tiempo y el silencio se remedian, o se curan. No, nadie piensa que estás loco. ¿Tranquilo? Sí, puedes estar tranquilo entonces y quedarte callado mientras ves como tranvía pasar al tiempo ¿Que si me quedo? Claro, aquí me quedo.