20.8.06

Iba a escribir que siento cosas con sabores dolorosos. Pero la verdad es que me da mucho miedo escribirlo. Aunque lo pueda decir, tratarlo, creerlo es más ambiguo que mentirlo. Vamos caminando en una vida que parece ser demasiado simple. Con el cine, la televisión y tantas redes de conexiones humanas. La verdad es bien cansado. Igual y no tanto como cuando todos éramos campesinos o cuando teníamos que usar corsé todos los días, pero igual es redifícil decir que por ser más libres somos menos comprometidos, trabajadores o auténticos. Aunque a veces, sin mentir, sí siento que somos una mierda rellena de mierda. Nos preocupa tanto el amor. Nos preocupa tanto el dolor y su soledad que a veces se nos olvida que la identidad sí importa, y que muchas veces va primero que la proyección de amar a alguien.
Somos adictos a conceptos sinsentido. A ideas de la gran pantalla. A la ciencia ficción que nos alcanza a diario. Lo más puro se vuelve sintético y está bien. Tenemos tanto miedo que recurrimos a medios masivos que creamos y que, sin si quiera intentar evitar, vivimos día a día. Yo, por ejemplo, soy adicta a la compañía, y así en vez de ser adicta a una celda o a un libro, me refugio en alguien y cuando ese alguien falta (porque controlar tampoco es solución) la computadora se vuelve un amigo que traiciona, pero que perdonar es fácil.
En el mundo hay más de una guerra y se nos olvida muy seguido.