
La frase la pura idea excita invoca distintas ideas, pero en el momento en el que veo a dos tipos desnudos, un hombre y una mujer, sentados en un sillón, restregándome en la cara que soy una morbosa que sólo quiere verles los pezones y los huevos, sé perfectamente qué quiere decir que la pura idea excita, ¿por qué decirlo? ¿por qué obligar a una joven actriz a chutarse un monólogo que sólo dicta lo evidente, lo obvio? Quizá David, el autor, pensó que en el público podía haber un distraído o un niño que no tuviera idea de qué era lo que hacían dos personas paseando por el espacio desnudos recitando las grandes líneas de películas galardonadas.
Alguna vez, en alguna clase, allá en los tiempos de la facultad, algún maestro me dijo que el título, de cualquier tipo de texto, era importante, pero que, a pesar de su relevancia, no era parte del cuerpo del texto, pues se mantiene al margen, como las notas al pie, por ello no se vale comenzar un ensayo dando por hecho el título. Por ejemplo, si éste es “Los fenicios”, uno no debe comenzar su ensayo diciendo “Son una cultura que tal y tal”, pues ahí se estaría dando por hecho que el lector leyó el título, cosa que no todos hacen y que no se debe manejar como evidente, como obvia. Sin embargo, estoy hablando de la lectura individual de un texto, donde la única representación que existe es la que uno imagina, no la que un grupo de teatro o de cineastas están queriendo transmitir, y es diferente, pues en la segunda el trabajo de los otros es hacernos ver, con su representación, lo que ellos quieren que veamos, de ahí que sea importante recalcar que lo obvio no lo es y que lo evidente puede serlo sólo para unos pocos.
Pero bueno, para no abusar de la redundancia, pasaré al punto en el que la obra es una obra (pues no todas lo son). La búsqueda de La pura idea excita está relacionada con la del ser sexual que todo ser humano trae dentro; el par de actores trata de confrontar al público con ese yo interno que, según dicen, la mayoría reprime. La clave es la palabra confrontar, pues con la desnudez y con los diálogos violentos quieren poner en jaque al espectador, pero, insisto, al espectador niño y distraído, no a aquel que se ha entrenado viendo todas las películas de Woody Allen y que ya no se sorprende; no a aquel que ha visto Closer con detenimiento y sabe que, quizá a sabiendas, las escenas fueron tomadas prestadas (quizá hasta con pago de derechos por la traducción).
No le quito crédito a este grupo de jóvenes actores, de verdad que no, pues su búsqueda es muy válida, pero todavía muy pueril, ya que si se desea transgredir el límite que impone el teatro se debe analizar con más minuciosamente a quienes lo han logrado ya; la escuela de Pirandello, por ejemplo, que rompe de tajo con la conceptualización del teatro y que sin buscar conmover al espectador, sin dejar tan clara cuál es su pretensión, rompe toda las paredes preestablecidas y desviste al público ante las dudas y ante el verdadero reflejo de ese yo interno que, según dicen, la mayoría reprime.
3 comentarios:
Opino como tú en eso de las aclaraciones innecesarias. No vi la obra.
Saludos, lola
Lola:
Da gusto leer un texto de una persona que exponde las ideas de una forma tan clara. Me gustaría saber cual es tu opinión sobre la obra "Cabeza de caballo" que también se presenta en La Capilla, este Jueves 18 es la última función. De nuevo te digo, interesante manera de escribir.
Saludos
Hola, por el momento me encuentro fuera de la ciudad, por lo que no he tenido oportunidad de ir al teatro, así que no puedo darte mi opinión sobre "Cabeza de caballo". Me alegro que mis ideas hayan llegado a ti de modo claro.
Espero encontrarte de vuelta por aqui.
Saludos.
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