19.11.13

De género

Que la vida...

Porque siempre empiezo a escribir mencionando a la vida. Cuando las palabras llegan llega la vida.

Que la vida, la mía, la de quién soy en este momento, me permita contarles esta historia a todos las mudas, ciegas, sordas y tartamudas. La historia no es lo que importa, la historia es la simple cotidianidad de una sujeto tratando de encontrarle sentido a la sociedad, investigando, leyendo las interpretaciones de otras y creando interpretaciones nuevas. Procuro no suponer y no asumir que sé más que nadie, sólo que soy en este momento en el que me envuelvo de papeles y palabras. Quiero creer que lo que hago importa, importa para mi porque me hace mejor ser humana, porque me ayuda a no morir y a ver, en la inspiración, a la vida. Pero ¿de qué sirve algo si sólo me da vida a mi? 

No las voy a aburrir con típicas preguntas sobre la trascendencia del trabajo y los límites de la globalización, voy a asumir que no quieren escuchar esa cantaleta. Sino que realmente quieren saber porque les importa y porque buscan alguna respuesta en este espacio solitario de la galaxia. Voy a tener respuestas. Esta ves prometo respuestas, no sólo críticas al capitalismo y a la destrucción humana. Hasta las voy a escribir en dos idiomas para que le lleguen a más sentidas.

Voy a escribir sobre género. Descubrí que el género no es una cualidad biológica, que una no nace siendo mujer o siendo hombre. Sé que es obvio para muchas, pero como les dije, no quiero asumir. Si no nacemos con género entonces la sociedad lo construye, y lo hace de distintos modos. Una manera “típica” de construir género es dividiendo las labores en la casa y en la sociedad. Otra manera es siguiendo patrones en el trabajo y conviviendo con la discriminación inevitable que surge de la separación. 

Hasta ayer los roles masculinos y femeninos estaban muy claros. Ella limpia, él trabaja. ¿Pero quién crea género cuando hay dos ellas o dos ellos? Ayer, las ellas y los ellos siguieron el patrón y adoptaron la “típica” división: una limpia más y la otra trabaja más. Automáticamente sus mentes le ponen tacones y maquillaje a la que limpia más y le ponen una panza, cabello corto y una camisa de cuadros (¿tirantes?) a la que trabaja más. Adultos de 60 a 80 años se atreverían a decir que la de la camisa es el hombre y la de tacones, la mujer (con la que fantasean y a la que siempre le cuestionan su sexualidad).

Hoy parece haber un cambio, dicen los investigadores que se empolvan en mi escritorio. Las parejas lésbicas y homosexuales están reconstruyendo el concepto de género con la misma intensidad con la que la comunidad trans*, quiénes sin lugar a dudas ejemplifican qué tan errónea es la idea de que la biología define el género. A mi me inspiran, me iluminan y quisiera conocer a más gente trans*. Su coraje es único y, a veces pienso, que sólo si miramos su lucha desde cerca y nos unimos a ella con corazón abierta, encontraremos ahí la casa de la verdadera revolución y liberación de hombres y mujeres. Me perdí del tema...

Se trataba pues de decir que las parejas lésbicas y homosexuales, cuando dividen las labores domésticas reconstruyen el concepto de género, pues no puede ser eso lo que las divide, debe de haber algo más en que los hace decidir quién va a hacer qué. Una teoría es la especialidad y el gusto, otra son las situaciones “externas” de la vida, como... si una tiene un trabajo que demanda más y da más dinero pues es “natural” que ella trabaje más fuera de casa y haga menos en la casa. Esta hipótesis es peligrosa y se debe analizar con pinzas, pues implica suposiciones que pueden ser falsas. Otra teoría es que entre parejas lésbicas y homosexuales hay más igualdad porque el trabajo doméstico no está estigmatizado, o sea que la persona que hace más labores en la casa y que cuida a los niños, lo hace por gusto y no porque ese es su rol y eso es lo que la sociedad está esperando de ella/el.

¿El  peligro? Algunas de las voces que leo caen en el conflicto de necesitar las palabras ‘feminidad’ y ‘masculinidad’ para entender a estas parejas. La investigación aún no encuentra las palabras limpias para definir estos nuevos roles y la sociedad aún no se salva de estereotipos (¿lo hará algún día?). Esto hace que aún digan cosas como “la persona más femenina en la pareja” o “el hombre con aptitudes de mujer”. 

Como pueden ver la pregunta se vuelve un poco más compleja, pues no somos libres, y sin libertad ¿cómo nos vamos expresar?

Advierto que sigo comprometida con traerles una respuesta.

Ahora me voy a seguir trabajando.

Gracias.

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