Hace tiempo que escribí que estaba cansada de hablar con sordos. Creo que pequé de superioridad, porque la verdad que hoy me encantaría hablar con sordos, aprender de ellos a ver el mundo.
La distancia existe y los sordos han de saber de ella con mucha razón y experiencia. Yo no sé nada de ella. Soy viajante. Hoy. Viajera. Y aún así no sé nada, no puedo saber, todavía no me atrevo.
Este dolor es como una de esas salsas que con ritmos nos encantan y nos seducen a contonearnos.
El exilio de los tiempos modernos es una belleza que me motiva.
Nunca hay que decirle adiós a nada.
Siempre hay que saludar a las comadres, los compadres y recordar que somos hermanas.
El próximo invierno estaremos juntas, amada.
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