...y son rápidas nada más porque no profundizaré en detalles (todavía) no porque no las haya pensado y repensado en los transcursos y las bienvenidas que me ha dado la Ciudad de México.
Primero he de declararme fan y admiradora de la banda que está entregando el alma a este momento y que está escribiendo un cachito de historia para estas elecciones. Creo que de los muchos que han marchado y que se han aparecido en las asambleas son muy pocos los que están en alma y hueso con un movimiento de cambio. La mayoría, no son acarreados, pero sí son empujados por un sentimiento que aún no reconocen, se les ve en su cara la duda, la pregunta de ¿y si esto se pone feo qué hago?. Hay otros, en cambio, que tiene la cara lista y dura para recibir el macanazo. Ambas actitudes son respetables, admirables y me llenan de luz el corazoncito con el que ando.
Es hermoso marchar, gritar y organizarse, pero eso no lo es todo. Hemos visto cómo los movimientos sociales pueden diluirse en discusiones intelectuales, en falso activismo, como diría Paulo Freire, activismo sin Praxis, activismo de bla bla bla.
Sí es importante hablar, discutir el neoliberalismo, entenderlo. Pero yo propongo también que se pongan manos a la obra lo antes posible, que se detenga la pretensión individual y se siga con la acción, la propagación en los medios alternativos y la promoción de la vida compartida.
Es necesario usar esa energía y esa fuerza que se tiene en este momento.
Planteemos árboles.
Barramos las calles.
Hagamos una fogata y cantemos canciones revolucionarias a un montón de niños.
Reciclemos.
Hagamos una campaña para que se respete el lugar reservado para embarazadas y ancianos en el metro.
Hagamos que en los microbuses la gente se siente a lado de la ventana y no bloquee el asiento.
Hagamos que no vuelva a morir ningún ciclista o peatón atropellado.
Hagamos que no pasen desapercibidos los asesinatos a transexuales en Puebla y otros lados.
Hagamos una campaña en contra de la comida chatarra.
Hagamos la huerta de vegetales orgánica más grande del mundo.
Hagamos que todo aquel que dice primero Yo comience a decir Nosotros.
En una de las asambleas de las cédulas de organización se perdieron tres horas en discusiones individualistas, en escuchar las pretensiones de aquél que cree entender que el activismo es algo que uno hace y deshace en un día y que depende de la pancarta más bonita, más barata y más llamativa (impresa en office max y pagada con tarjeta).
#YoSoy significa #TodosSomos... seamos lo que seamos y pertenezcamos a lo que pertenezcamos. Estas cédulas corren el peligro de segregar, tengamos cuidado y andémonos más cerquita los unos de los otros, con oídos buzos y brazos abiertos.
Ocupemos un espacio físico, virtual y espiritual donde abramos la puerta a todos aquellos que necesitan una etiqueta, dejemos que se encuentren para que no digan “sí #YoSoy132 pero como soy diseñador no sé si soy parte de la cédula de los artistas, de los ingenieros o de los arquitectos”.
Tenemos que enseñar y aprender a pensar en plural, a romper la primera persona y comenzar de cero.
Tenemos que estar dispuestos a romper la zona de confort por el verdadero activismo, que si no, esto es tan absurdo como la idea de que las instituciones políticas van a hacer algo porque este sea un lugar mejor para vivir.
Enseñémosles a todos lo que significa el Humanismo Solidario y seamos el ejemplo.
Declaremos que es un movimiento libre de drogas y de alcohol... pues han de aceptar que tanto las drogas como el alcohol son enemigos de todo desarrollo, armas de control del poder neoliberal y contradicciones a toda revolución o aspiración a ella.
Hay que estar dispuesto, eso es todo lo que digo... a chutarse golpes y gritos, así como discusiones, rupturas y llantos. Hay que ser tan fuerte como los políticos y tan inteligentes como los poetas. Pero ante todo hay que ser prácticos, no hay que dejar que el hambre intelectual nos ahogue.
Hasta ahí me quedo.
Que conste #TodosSomos132 #TodosSomosMarcos #TodosConPalestina #TodosConBradleyManning