Puedo imaginar que muchos lugares en el continente Africano dan la misma impresión, pero no puedo asegurarlo.
La primer impresión es la naturaleza, la de la gente, la del verde, la de las cosas.
Todo huele a su ser más natural, a sus inicios, pocas cosas parecen estar corrompidas, transgredidas por las ideas o pasiones de la voluntad humana. Hasta los comerciales en la televisión tienen un dejo de inocencia.
Hay quien llamaría estos parajes sucios, a esta gente sucia... creo que aquél no ha podido nunca entender que nuestra primera madre es sólo tierra y que su olor y su color no son más que reflejos de pureza. No siempre que caminan cucarachas hay inmundicia. De hecho, creo yo que aquellas que nos acompañan en el campo no son, ni se comparan, con aquellas que transgreden los límites y se vuelven dueñas de la mugre urbana. Las de aquí parecen sonreír ante las migajas entre la tierra, parecen agradecidas de que las dejes caminar tranquilas.
Lo natural pues, es lo protagónico, hasta ahora, de mi andar por estos lares. Es natural sonreírle al extraño, es natural saludarle, es natural mirarle con curiosidad y buscar coherencia en lo que parece. Es natural comer con la mano, usar nuestras propias herramientas, no dejarse llevar por lo que unos conquistadores dicen es lo correcto. Lo natural es correcto. Y sí, habrá cosas y detalles que discutirle a la naturaleza, habrá que cuidarse también de ella, habrá que respetarla siempre y no abusar de sus regalos.
Hay que mirarla fijamente... y ese mirar es el que se está olvidando, también por estas tierras. Las cosas con botoncitos nos llaman demasiado la atención, significan demasiadas cosas, tienen demasiado valor. Por ello nuestro trabajo es volver, pedirles a los niños que vuelvan a ver el encanto en un palo de árbol que puede ser caballo; pedirle a las madre que vuelvan a ver el encanto en juntarse para tejer, cocinar, lavar; pedirle al hombre que vuelva a ver a su mujer y se enamore y la respete como madre de sus hijos y amante. Y sí, los jóvenes también han de volver, han de volver a entender su papel en el mundo, entender que su papel no es ser expertos del botoncito, de la venta de narcóticos, de la pereza, sino de la rebelión y el cambio.
Así van las primeras impresiones que mis pies van dejando en reflexión para profundas discusiones y deliberaciones.
Los países pobres, no cabe duda, vivimos del maíz.
3 comentarios:
¡De pelos!
Me encanta tu percepción de las cosas. Siento que hay una gran fuente de tolerancia dentro de ti. Usala siempre, aunque estés frente a aquellos que han perdido el contacto con la naturaleza.
extraordinario ¡vivan las cucarachas del mundo!
Publicar un comentario