5.8.05

Escuchando el radio, un radio mudo, un radio cybernético de esos en los que nadie habla y son hermosos, por eso, escuchándo entonces a nadie, vine, al rincón de los fragmentos y en la desenvoltura de lo que hacía olvidé que en verdad eso que hacía era tan irrelevante que podía darme el grandioso lujo de olvidarlo y decirlo, alentarlo y no mentir, como si fuese tan simple como el ritmo de una melodía electrónica, de tostador. Lo olvidé, la verdad lo olvidé. Ahora sólo veo como esta música muda que escucho me calienta las orejas y me hace pensar en que hay algo muy importante que quiero decir y que no puedo. No puedo decirlo. No puedo consevir la acción del dicho. No estoy de acuerdo y por eso, miento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así también, yo oigo, que circulan las notas mis oídos sordos, y caigo; no en el fondo ni al hoyo del poso, caigo áfono; detenerse es sonar. Aun cuando así me desenvolviera astro, y la atmósfera me titilara, ya solo sería no más que una esquina brillante, una consonante muda de eso que es música estelar. Aun así me pregunto si hay música además del galope del pecho, y si hay palabras fuera del aliento, aunque sean palabras que apestan y música que no late